Paseando por el estanque, la pareja vio a un hombre inmóvil con un sombrero blanco de pescador sentado en un leño.
-¿Qué le pasa?, – preguntó la princesa. -No lo sé muy bien. Empezó así un día que no fue capaz de decidir que caña de pescar debía usar. Le preguntaba a todo el que pasaba, pero unos le decían que empleara una y otros la otra. Después, tampoco supo si debía ponerle cebo fresco o no, ni en qué lado del estanque tenía que sentarse. Pidió la opinión de los demás, pero, en efecto, unos se inclinaron por un cebo y otros por el otro… Algunos le aconsejaron que se sentara aquí, otros allá y los demás no supieron que contestar o les daba igual, o las dos cosas. Empezó a ponerse nervioso y a dar vueltas de un lado a otro. Entonces, les preguntó a los que pasaban si había peces en el agua… aunque ya sabrás que ésta es la tierra de la ilusión y nada es lo que parece. Así unos le dijeron que si, otros que no y al final dejó de preguntar. Lo siguiente que sabemos es que se desplomó en ese tronco y nadie le ha visto moverse desde entonces. Me imagino que la única decisión que tomó fue la de no hacer nada más en su vida. -¿Le ha preguntado alguien por qué creía que todo el mundo sabía mejor que él lo que tenía que hacer?, – preguntó la princesa al tiempo que se le refrescaba la memoria. -Sí, le preguntamos por qué tenía tantos problemas para decidirse y nos contestó que siempre tenía miedo de equivocarse en la elección. -¿Y qué más daba si hubiera sido así? – preguntó la princesa sintiendo pena por el hombre-, ¿se habría acabado el mundo si hubiera elegido la caña negra en vez de la marrón o si hubiera decidido emplear un cebo en lugar del otro aunque hubiera visto más tarde que no era el correcto? En ese momento recordó la veces en las que ella, le había ordenado a un criado que fuera a caballo a entregarle una nota a la reina pidiéndole su opinión sobre lo que debía hacer con esto o con aquello. Luego, le vino a la mente el pergamino con los pros y los contras, y volvió a sentir un malestar bastante familiar. Se dio cuenta de sus nervios a la hora de tomar una decisión por miedo a cometer un error. -Parece más una estatua que un hombre, dijo la princesa. En ese momento pasaron por su mente muchos recuerdos sobre la confusión, la miseria y la desesperación que tanto le habían dominado los días que se quedó en la cama, negándose a salir de ella. -Hay mucha gente por aquí que no vive mejor que él. En realidad, no se sabe quiénes son ni lo que hacen, van saliendo del paso día tras día, preocupándose por esto o por aquello, haciendo un sinfín de locuras e intentando darle sentido a todo…” (Fuente: Extracto del libro “La princesa que creía en los cuentos de hadas”) Feliz viernes¡¡¡
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Junio 2017
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