Un hombre oyó decir que cierto alquimista había perdido, en un desierto muy cercano, el resultado de años de trabajo: la famosa piedra filosofal, que transformaba en oro cualquier metal que tocase.
Impulsado por el deseo de encontrarla y hacerse rico, el hombre se dirigió al desierto. Como no sabía exactamente qué aspecto tenía la piedra filosofal, comenzó a recoger todos los guijarros que encontraba, poniéndolos en contacto con la hebilla de su cinturón, y observando si ocurría algo. Transcurrió un año, y otro más, y nada. El hombre, no obstante, conservaba con terquedad su deseo de recuperar la piedra mágica. Por ello, ya automáticamente, caminaba por los diversos valles y montañas del desierto, restregando un guijarro tras otro contra su cinturón. Cierta noche, antes de dormir, ¡se dio cuenta de que su hebilla se había transformado en oro! Pero, ¿cuál de las piedras había obrado el prodigio? ¿Acaso el milagro había ocurrido por la mañana, o ya de noche? ¿Hace cuánto tiempo, realmente, no se fijaba en el resultado de su esfuerzo? Lo que antes era la búsqueda de algo concreto se había transformado en un ejercicio mecánico, al que no prestaba ninguna atención ni le proporcionaba el menor placer. Lo que era una aventura, se había transformado en una obligación odiosa. Ahora ya no había manera de descubrir la piedra exacta, pues la hebilla ya era de oro, y ya no podría ser nuevamente transformada. Había recorrido el camino correcto, pero había dejado de prestar atención al milagro que lo aguardaba. Feliz miércoles¡¡¡
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El santón sufi Shams-e Tabrizi cuenta acerca de sí mismo la siguiente historia:
Desde que era niño se me ha considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión: “No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé qué hacer contigo”. Yo le respondí: “Una vez pusieron un huevo de pata a que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se pasó a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente. Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla”. Feliz viernes¡¡¡ – ¿Y cuándo piensas realizar tu sueño?, le preguntó el Maestro a su discípulo.
– Cuando tenga la oportunidad de hacerlo, respondió éste. El Maestro le contestó: – La oportunidad nunca llega. La oportunidad ya está aquí. Autor: Anthony De Mello Feliz jueves¡¡¡ “He de estar alucinando, parece que las paredes del iglú se estrechan”. Esto pensó un explorador que viajó hasta la Antártida para realizar una investigación, y ante la amenaza de una fuerte tormenta se refugió en un iglú donde permaneció unos días.
Sin embargo, el pensamiento de que las paredes se acercaban lo invadía cada vez con mayor frecuencia hasta que se dio cuenta de que no alucinaba, en efecto, las paredes del iglú se aproximaban cada vez más a él, pues, como descubrió, la humedad de su propia respiración se adhería al hielo y lo engrosaba. La ironía lo hizo reír: “Si no salgo pronto de aquí, lo que es mi refugio se convertirá en mi tumba. Feliz martes¡¡¡ Una cobra se encontraba en meditación sobre amor y bondad. Una mujer que pensó que lo que allí había era una soga, la tomó y la usó para amarrar un bulto de ropa. Al llegar a su casa, agarró la cola de la serpiente le dio varias vueltas para impulsarla en el aire y lanzó la ropa encima de una mesa. La serpiente toda golpeada y adolorida fue a su maestro budista y le dijo:
_Debes estar orgulloso de mi, fui tan bondadosa con una mujer que por mas que me golpeó no la mordí y la maté. El monje reprendió a la cobra diciéndole: _ “Si hubieses sido verdaderamente bondadosa, le hubieras silbado para que ella supiera cuál es tu verdadera naturaleza: ser una serpiente, y así le hubieras enseñado que necesita ser más consciente de sus decisiones y sus actos. El primer paso en la meditación meta de amistad incondicional es recordarnos ofrecer esta compasión ilimitada hacia nosotros primero. ¿Qué bondad le vas a ofrecer a otros si no te la puedes ofrecer a ti mismo?” Feliz lunes¡¡¡ En una ocasión se le pidió a un filósofo muy respetado que explicara cuál era el mayor obstáculo que un ser humano tenía que superar para vencer sus miedos: “El mayor obstáculo siempre es uno mismo”. El filósofo aseguró que un perro se lo había enseñado:
Paseando por la orilla de un río vi a un perro que se moría de sed. El animal apenas se atrevía a acercarse al agua, pues cada vez que lo hacía confundía su propio reflejo con el de otro animal. Tenía tanto miedo a ser atacado que no paraba de ladrar y permanecía a metros de la orilla. Sin embargo, tal era su sed que finalmente se lanzó al agua. Y el otro perro, que era su obstáculo, desapareció. Y así fue como, al enfrentarse a su supuesto enemigo, aquel perro se venció a sí mismo. Feliz jueves¡¡¡ Veinte monjes y una monja, de nombre Eshun, practicaban la meditación con cierto maestro Zen.
Eshun era muy bella, aún a pesar de llevar la cabeza afeitada y vestir las burdas ropas del monacato. Varios monjes estaban en secreto enamorados de ella. Uno de ellos le escribió un día una carta en la que la declaraba su amor, insistiendo en que concertase con él una entrevista en privado. Eshun no contestó. Al día siguiente, el maestro daba una conferencia al grupo. Al acabar la disertación, Eshun se levantó y, señalando con el dedo al autor de la misiva, dijo: – Si en verdad me amas tanto, ven aquí y abrázame ahora. Fuente: cuento Zen clásico Feliz viernes¡¡¡ Chuang Tzú fue uno de los filósofos chinos más importantes de la historia, vivió alrededor del 300 antes de Cristo y fue, junto con Lao Tsé (su maestro), uno de los dos pensadores más emblemáticos del taoísmo.
Propone el maestro Chuang Tzú: Imagínate que viajas en un bote, avanzando tranquilamente por un río sereno, dejándote llevar sin prisa camino de un lago. De pronto ves que otro bote, aparentemente arrastrado por la suave corriente, se acerca al tuyo. Intentas alejarte de él para evitar el choque pero no lo consigues, y el bote , que se ha soltado de alguna amarra, golpea el frente de tu barca y hace unos buenos rasponazos en la brillante pintura de estribor. Vuelves a mirar, no hay nadie en ese bote. Tratas de sujetarlo para que no siga a la deriva. No te gusta el incidente, quizás lo lamentas, pero no te enojas. Dice Chuang Tzú: ¿Por qué y con quién habrías de enojarte? Ahora supón que, en la misma situación, ese otro bote lleva a un pasajero. Está distraído, dormido o despistado, y su embarcación se acerca a la tuya, arrastrada por la corriente. En cuanto lo ves venir en tu dirección, te pones alerta, posiblemente gritas “¡Cuidado!” o algo por el estilo. Supongamos que el hombre no hace nada y que el bote se sigue acercando. Cuando está a punto de chocar con el tuyo, te pones furioso y gritas: “Eh! mira por donde vas! Que vamos a chocar!” Una vez más, el hombre no reacciona y, en efecto, su bote choca con el tuyo. El golpe y el daño es idéntico que en el primer ejemplo, sin embargo, aquí sí que te enfadas, quizás hasta le insultes: “¿Es usted idiota? ¡Se me ha echado encima!. De pronto el suceso se vuelve enojoso y frustrante. Chuang Tzú se pregunta: ¿De dónde viene el malestar? No ha sido causado por el daño al bote, ya que el primer ejemplo hubo los mismos daños y no hubo enfado. Tu enojo, propone Chuang Tzú, proviene del hecho de que hay alguien en ese otro bote. No puedes ya pensar “simplemente sucedió” y aceptarlo sin más. Como hay alguien en el otro bote, te llenas de preguntas: ¿Por qué no lo evitó?, ¿Acaso lo ha hecho adrede? ¿Es que tiene algo contra mí? ¿Debo tener miedo de ese hombre? …. Una espiral de preguntas que a veces crece y crece, generando cada vez más angustia, más enfado, más inquietud, más catastróficas profecías, haciéndote perder tu calma y paz interior. Intentar mejorar nuestra vida cambiando a los demás es siempre un camino infructuoso. Siguiendo con la imagen anterior, los botes de los demás vienen como vienen y no hay modo ni motivo para proponernos modificarlos a nuestro antojo. Sería estúpido llegar a la conclusión que la forma de viajar sin riesgo de enfadarse es “vaciando los botes de los demás”. Lo que sí puedes hacer, dice Chuang Tzú, es comprender las veces que te enfadas contigo mismo porque las cosas no salen como lo planeaste o deseaste y entonces decidirte a “vaciar TU propio bote”. Si tu bote está vacío, no habrá enfrentamiento entre una parte de ti más exigente y perfeccionista y otra más serena o distraída. Y sin enfadarte contigo surcarás la vida como la superficie de un río plácido, sin que nadie lo note, sin prisas ni metas prefijadas. Te imagino pensando: “Suena fantástico, pero… ¿de qué se supone que tengo que vaciarme?”. La propuesta es deshacernos de todo aquello que consideramos que somos, comenzando por nuestro YO más interno y controlador, la parte de nosotros que quiere tener el manejo de nuestra vida, nuestro rumbo y nuestros deseos. Ese juez severo que nos tortura y nos deja en ridículo cuando le apetece. Hablo sencillamente de aquella persona a la que nos referimos cada vez que decimos “Yo”, nuestro Ego. El Ego (como se suele llamarlo) es una posesión, nuestra identidad, un vínculo con nosotros mismos, una relación anquilosada y condicionante. Deshacernos de las ideas rígidas que tenemos acerca de cómo “somos” es un importantísimo escalón en busca de nuestra esencia, una esencia que se esconde tras capas y capas de personajes, hábitos, creencias y prejuicios. Todos nacemos necesitados de amor, de atención y de cuidados; todos nos damos cuenta, en los primeros años de vida, de que conseguimos mejores resultados si somos de una determinada manera. Nos miman más y algunas cosas nos resultan más fáciles de conseguir si nos comportamos como a los demás les gusta que lo hagamos. Con el tiempo, comprobamos que esta verdad se confirma a cada paso, pero también conlleva un problema: las personas que nos premian, no nos quieren a nosotros sino al personaje que hemos creado para ellas quizá antes de conocerlas. Esa idea de nosotros con la que vamos de aquí para allá, presentándonos frente a los otros, es básicamente una ilusión construida por cada uno de nosotros con mucha o poca ayuda de nuestro entorno social o familiar, que tan neuróticamente tratamos de complacer. No es fácil darse cuenta y enfrentarse con esta “realidad”, como podrás imaginar, es una vivencia tan perturbadora como transcendente. Para ser quienes somos el primer desafío es animarse a dejar de lado todos esos roles que hemos ido adoptando a lo largo de nuestra vida, en el plano espiritual, esos roles son como sofisticados ropajes que nos pesan y no nos permiten avanzar. El segundo desafío es vaciarse totalmente de lo que me impida ser en cada momento una persona libre, absolutamente espontánea y dueña de una conducta NO CONDICIONADA por la cárcel de sus propias definiciones de sí mismo. Esto puede sonar al principio un poco extraño. ¿Cómo puedo vaciarme de mi mismo? ¿No es acaso imposible dejar de ser quien uno es? Si me deshago de mi Yo, ¿qué me quedará? Todas estas preguntas son válidas, pero siempre que no nos hagan perder el rumbo si no nos damos cuenta de que están formuladas desde el mismo Yo que cuestionamos. Volviendo a la historia de Chuang Tzú, esas preguntas las realiza el hombre de nuestro bote, que es en esta historia lo que representa al Ego, es parte de su intento por recuperar un poder (sobre nuestra esencia, sobre lo que realmente somos) que siente que pierde. Si nuestro bote estuviera vacío, la esencia de lo que somos permanecería allí, porque en esta historia la esencia es el bote mismo, un bote que no hace esas preguntas. SI CONSIGO SER EL BOTE, simplemente me dejo llevar y disfruto plácidamente del viaje. (Autor: Jorge Bucay) Fuente: www.habilidademocional.com Feliz miércoles¡¡¡ Todos los días se podía ver meditando pacíficamente a un anciano monje, sentado en el rincón de una biblioteca japonesa.
“No lee usted nunca los sutras…”, le dijo el bibliotecario. “Nunca aprendí a leer”, respondió el monje. “¡Qué desgracia! Un monje como usted debería saber leer… ¿Quiere usted que le enseñe yo?”. “Sí”, dijo el monje. Y apuntándose al pecho con un dedo añadió: “Dígame qué significa este carácter”. ¿Por qué encender una antorcha cuando el sol brilla en el cielo? ¿Por qué regar la tierra cuando la lluvia cae a cántaros? (Autor: Anthony de Mello) Feliz lunes¡¡¡ A Buda parecían dejarle impasible los insultos que le lanzaba aquel visitante. Cuando, más tarde, sus discípulos quisieron saber cuál era el secreto de su imperturbabilidad, él dijo:
“Imaginad lo que ocurriría si alguien os ofreciera algo y no lo tomarais; o si alguien os enviara una carta y os negarais a abrirla: su contenido no os afectaría en lo más mínimo, ¿no es así? Pues haced lo mismo cuando os injurien, y no perderéis la calma.” (Autor: Anthony de Mello) Feliz martes¡¡¡ |
AutorÁngeles Prol Archivo
Junio 2017
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