Debido a su piel clara y a sus delicados rasgos, muchos eran los que trataban a Blancanieves con la misma incómoda precaución con la que se trata a una muñeca de porcelana, y su éxito año tras año en “Miss la más blanca de toda la procesión” sólo servía para empeorar las cosas. La gente daba por supuesto que su belleza había absorbido cualquier brillo de intelecto, y también daban por hecho que, debido a su belleza y a su estatus de princesa, tenía que ser engreída…
Así pues, Blancanieves estaba más bien sola, y no se veía capaz de confiarle a su madrastra, la reina, este sentimiento de soledad. La reina Jacqueline había oído decir que la posición de madrastra implicaba ser malvada, de modo que hizo todo lo que pudo por darle vida a esa imagen. En un resplandeciente día de verano y mientras daba un paseo por el bosque, Blancanieves dio con una pequeña cabaña. La curiosidad era grande en ella, de modo que echó un vistazo a hurtadillas por la ventana y vio una mesa con siete sillitas de madera. Percibió el aroma de un guiso, que hervía a fuego lento en la cocina, y no pudo resistirse a la tentación de entrar en la cabaña para probarlo. Pero, cuando tomó el cucharón, oyó un silbido, y vio entrar a siete hombrecillos diminutos en la cabaña. Los hombrecillos miraron a la princesa y ella los miró a ellos. Sería difícil saber quién de todos estaba más sorprendido.
Le contaron que los aldeanos habían obligado a todos los enanos a vivir marginados debido a que su aspecto les molestaba. Ethan comentó que, aunque era licenciado en medicina, se había visto obligado a trabajar en las minas debido a que la gente decía, “eso es lo que tienen que hacer los enanos”. Y, luego, rechinó los dientes y reprimió su ira, como era habitual en él.
Gary, al que se le había etiquetado como persona de actitudes negativas, comentó que el miedo al rechazo solía llevarle a mantener las distancias con la gente.
Lisa se dio cuenta de que Donald estaba dando cabezadas, aún estando de pie en un rincón.
Greg, que había estado sorbiéndose los mocos durante toda la conversación, anunció que lo primero que iba a hacer el lunes por la mañana sería ir a ver a un alergólogo, porque estaba cansado de hacer el papel de víctima. Dijo que sus ataques de estornudos le habían permitido conseguir algo más de atención del resto del grupo, y que eso le había llevado a no resolver su problema. Lisa le animó a que buscara la atención de los demás de formas más positivas, y Greg pareció tranquilizarse. Otro de los hombrecillos, que había estado todo el rato sentado en una esquina, se acercó a Lisa y le tendió la mano.
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Junio 2017
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