Antaño, hace ya muchos años, se utilizaba en el Japón cierta clase de linternas hechas de papel y bambú, con una vela en su interior…
Un hombre ciego, que había ido a visitar a un amigo por la noche, recibió de éste una de esas linternas para que hiciese el camino de vuelta a casa. – “¿Para qué quiero yo una linterna?” inquirió el ciego. “Oscuridad y luz son para mí la misma cosa”. – “Sé que no necesitas una linterna para encontrar el camino”, replicó el amigo, “pero si no la llevas, algún otro podría tropezar contigo, así que es mejor que la cojas”. El ciego partió con la linterna de la mano, pero apenas se había alejado un corto trecho cuando chocó de frente con alguien. – “¡Mira por dónde andas!” le gritó al desconocido. “¿Es que no ves la linterna?”. – “Tu linterna se ha apagado, hermano”, respondió el hombre. Feliz martes¡¡¡
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A un albañil, ya mayor, le llegó el momento de su jubilación…
Así que fue a ver a su jefe con el que había trabajado durante muchos años, y le comentó sus planes de dejar el negocio de la construcción para llevar una vida más placentera con su esposa y poder disfrutar de su familia y su jubilación. El jefe sentía ver que su buen empleado dejaba la compañía y así se lo dijo, pidiéndole, como favor personal, que construyera una última casa. El albañil accedió, pero su mente y su corazón ya no estaban allí, así que utilizaba materiales de inferior calidad, no estaba atento a lo que hacía y su trabajo dejaba mucho que desear. Era una desafortunada forma de acabar su carrera. Cuando el albañil finalmente acabó la construcción, su jefe fue a inspeccionar la casa, y al finalizar la visita, cogió las llaves de la puerta principal y las tendió al albañil: Tu última casa… este es mi regalo para ti. Feliz lunes¡¡¡ |
AutorÁngeles Prol Archivo
Junio 2017
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