Un día Nasrudín fue con un maestro para aprender el arte de curar. Vieron venir a un paciente y el maestro dijo:
– Este hombre necesita granadas para curar. Nasrudín recibió al paciente y le dijo: – Tiene usted que tomar granadas, es todo lo que necesita. El hombre se fue protestando y probablemente no consideró en serio el consejo. Nasrudín corrió a su maestro y preguntó qué es lo que había fallado. El maestro no dijo nada y esperó a que de nuevo se dieran las circunstancias. Pasó un tiempo y el maestro dijo de otro paciente: – Ese hombre necesita granadas para curar, pero esta vez seré yo quien actúe. Le recibió y se sentaron, hablaron de su familia, de su trabajo, de su situación, dificultades e ilusiones. El maestro con aire pensativo dijo como para sí mismo: – Necesitarías algún fruto de cáscara dura, anaranjada, y que en su interior contenga granos jugosos de color granate. El paciente interrumpió exclamando: – ¡Granadas!, ¿y eso es lo que podría mejorarme? El paciente curó y Nasrudín tuvo una ocasión más para aprender. ( Fuente: “30 historias de Nasrudin”) Feliz Lunes¡¡¡
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Basándose en los informes que le habían dado, el Califa nombró a Nasrudin Consejero Mayor de la Corte y puesto que su autoridad no le provenía de su propia competencia sino del patronazgo del Califa, Nasrudin se convirtió en un peligro para todos cuantos acudían a consultarle, como se evidenció en el siguiente caso:
– “Nasrudin tú que eres un hombre de experiencia”, le dijo un cortesano, “¿conoces algún remedio para el dolor de ojos?. Te lo pregunto porque a mi me duelen tremendamente”. – “Permíteme que comparta contigo mi experiencia”, le dijo Nasrudin. “En cierta ocasión tuve un dolor de muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.” Feliz jueves¡¡¡ Cierto día un monje muy famoso por sus discursos, enseñanzas y sabiduría, había sido invitado a dar una conferencia en una muy prestigiosa universidad de la india. La conferencia tenía como tema principal “La búsqueda de la felicidad”, como habían varios expositores previos, el curioso monje daba algunas vueltas por el salón mientras los presentes, entre ellos periodistas, profesores y alumnos, escuchaban atentamente el resto de la conferencia.
La vida es movimiento y acción. Hacer lo que quieres hacer Como es obvio el curioso monje, siempre muy bien acompañado por su séquito, se dio una vuelta por el banquete que estaba preparado para los invitados para cuando se culminaran las conferencias. De pronto el monje oye el llamado de su nombre ya que era su turno de exponer. Todos estaban ansiosos y motivados a escuchar las palabras del monje. El presentador dice: “El monje expondrá, en esta conferencia sobre “la búsqueda de la felicidad“, el tema: “De que trata la vida“. Acto seguido, el monje sube al púlpito, mira a todos, mientras todos estaban atentos y jubilosos. El monje los miraba atentamente, sorprendido y les preguntó: Con tantos dulces ricos y esos deliciosos jugos y té que tienen en el banquete… Porqué están allí sentados?, soltando una carcajada inmediatamente el monje bajo del púlpito y se dirigió al banquete para terminarse su té. Feliz viernes¡¡¡ Nasrudín, caminaba tranquilamente por el campo un día soleado. Mientras miraba el paisaje observó que delante de él, otra persona también caminaba en la misma dirección…
En cierto momento, esa persona miró hacia atrás y vió a Nasrudín a cierta distancia. Entonces pensó: seguramente es un atracador y está esperando la oportunidad para quitármelo todo. En ese momento, empezó a correr despavorido. Nasrudín que lo observaba desde atrás con atención, al verlo correr de esa forma, pensó: seguramente le ha pasado algo y necesita ayuda, y entonces él también empezó a correr a toda velocidad. De esta forma, los dos corrían por el campo uno tras otro. El primer hombre ya no podía más y en su debilidad tropezó con una piedra, rodó por el suelo y quedó medio atrapado entre unos matorrales; se quedó allí quieto y agazapado con la esperanza de que Nasrudín no le viera cuando pasara. Pero, Nasrudín tropezó justo en la misma piedra, rodó igualmente y fue a parar justo encima del hombre. Éste gritaba: – Por favor no me hagas nada. Nasrudín quedó sorprendido, se quedó mirando a la otra persona y dijo: – ¿Sabes qué? Creo que tú estás aquí por mí y yo estoy aquí por ti. Feliz lunes¡¡¡ En una casa humilde vivía un hombre con su mujer, su padre viejo y su hijo, que todavía era un bebé. El viejo padre estaba demasiado débil para trabajar. Entonces el hombre decidió sacarlo de la casa, dejarlo abandonado en la calle ya que era una boca más para alimentar.
La esposa intentó interceder en favor del viejo, pero fue en vano. -Como mínimo dale una manta -dijo ella. -No. Le daré la mitad de una manta, con eso es suficiente. La esposa le suplicó. Finalmente consiguió convencerlo para que le diese la manta entera. De repente, en el momento en que el viejo estaba a punto de salir llorando de la casa, se oyó la voz del bebé en la cuna. Y el bebé le decía a su padre: -¡No! ¡No le des la manta entera! Dale sólo la mitad. -¿Por qué? -preguntó el padre sorprendido de que el bebé hablara y se acercó a la cuna. -Porque -contestó el bebé- yo necesitaré la otra mitad para dártela el día que te eche de aquí. Feliz jueves¡¡¡ El maestro le insistía a su discípulo, una y otra vez, sobre el sosiego.
– Deja que tú mente se remanse, se tranquilice, se sosiegue. Silencia el griterío de tus pensamientos. – Pero, ¿qué más? Preguntaba impaciente el discípulo. – De momento, sólo eso. Y cada día exhortaba al discípulo a que se sosegase, superando toda agitación, y encontrase un estado interno de quietud. Un día, el discípulo, harto de recibir siempre la misma instrucción, preguntó: – Pero, ¿por qué consideras tan importante el sosiego? – Acompáñame, le pidió el maestro. Lo condujo hasta un estanque y con un palo comenzó a agitar sus aguas. Entonces, preguntó: – ¿Puedes ver tú rostro en el agua? – ¿Cómo lo voy a lograr si el agua está agitada? Así no es posible -protestó el discípulo pensando que el maestro se burlaba de él. – De igual manera, mientras estés agitado no podrás ver el rostro de tu yo interior. (Fuente: “Cuentos espirituales del Himalaya” de Ramiro Calle.) Feliz martes¡¡¡ Había una vez un zar que se encontraba enfermo y dijo:
– Daré la mitad de mi reino a quién me cure. Entonces todos los sabios se reunieron y deliberaron mucho rato sobre la manera de curar el zar, pero no sabían cómo hacerlo. A pesar de los pesares, uno de aquellos sabios dijo que él lo podía hacer. – Si en la tierra podemos encontrar un hombre feliz – dijo -, que le saquen la camisa y que el zar se la ponga: se curara. El zar hizo que le buscaran por el mundo un hombre feliz: unos enviados suyos se desperdigaron por todo el reino, pero no encontraban ninguno. No había ni uno, de contento: uno era rico pero estaba enfermo, el otro estaba bueno pero era pobre; otro, rico y con salud, se quejaba de su mujer; otro, de su hijo. Todo el mundo deseaba una cosa u otra. Un anochecer, el hijo del zar pasaba por delante de una barraca miserable y oyó a alguien que decía: – Gracias a Dios he trabajado bien, he comido bien, me voy a la cama: ¿qué me falta, a mí? El hijo del zar se alegró mucho; ordenó que entraran enseguida, que cogieran la camisa de aquel hombre, dándole por anticipado el dinero que quisiera, y que la enviaran al zar. Los mensajeros enseguida entraron en casa del hombre feliz y le quisieron coger la camisa, pero aquel hombre era tan pobre que no tenía camisa. Feliz martes¡¡¡ Se dice que el discípulo de un venerable sabio, estaba extrañado y sorprendido de que su maestro estuviese siempre sonriente y feliz, a pesar de las dificultades que tenía en la vida.
Intrigado, un día, le preguntó: – Maestro, ¿cómo es que siempre se te ve tan contento y satisfecho? El maestro le respondió: – Amigo mío, no hay secreto alguno en esto. – Cada mañana cuando me despierto, me hago la misma pregunta a mí mismo: – ¿Qué escojo hoy? ¿Alegría o tristeza? – Y siempre escojo alegría. Feliz Miércoles¡¡¡ ..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. -Pero yo no sé volar – contestó el hijo. -Ven – dijo el padre. Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña. -Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás… El hijo dudó. -¿Y si me caigo? -Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre. El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente dijeron: -¿Estás loco? -¿Para qué? -Tu padre está delirando… -¿Qué vas a buscar volando? -¿Por qué no te dejas de pavadas? -Y además, ¿quién necesita? Los más lúcidos también sentían miedo: -¿Será cierto? -¿No será peligroso? -¿Por qué no empiezas despacio? -En todo casa, prueba tirarte desde una escalera. -…O desde la copa de un árbol, pero… ¿desde la cima? El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó… Desplegó sus alas. Las agitó en el aire con todas sus fuerzas… pero igual… se precipitó a tierra. .. Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre: -¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno… – lloriqueó. -Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en un paracaídas… necesitas cierta altura antes de saltar. Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo. Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre. Feliz viernes¡¡¡ Había una vez seis hombres ciegos que vivían en Indostán, que querían ampliar sus conocimientos y aprender cómo era un elefante, por lo que decidieron que cada uno, por la observación del tacto, podría satisfacer a su mente…
El primero, al acercarse al elefante, chocó contra su lado ancho y fornido, por lo que en seguida empezó a gritar: “¡Bendito sea Dios! ¡El elefante es muy similar a una pared!” El segundo, palpándole el colmillo, gritó: “Oh! lo que tenemos aquí, es muy cilíndrico, suave, y aguzado. Para mí esto es muy claro, esta maravilla de elefante es muy parecido a una lanza”. El tercero se acercó al animal y tomó la trompa, la cual se retorció en sus manos. Así, audazmente dijo: “Yo veo”, acotó, “que el elefante es igual que una serpiente” El cuarto extendió su ávida mano Y se posó sobre la rodilla: A lo que más esta bestia maravillosa se parece, es muy llano”, comentó él; “Es bastante claro que el elefante es semejante a un árbol”. El quinto, que se arriesgó a tocar la oreja, dijo: “Hasta el hombre más ciego puede decir a lo que esto más se parece: Niegue el hecho quien pueda, esta maravilla de elefante es igual que un abanico”. El sexto, en cuanto empezó a tentar a la bestia, asió su cola oscilante. “Yo veo”, dijo él, “que el elefante es como una soga”.- Y así, estos hombres de Indostán continuaron disputando ruidosa y largamente. Cada uno se mantenía en su propia opinión, siempre más rígida y fuerte, por lo que no podían llegar a un acuerdo ya que, como podemos ver, aunque cada uno estaba en parte en lo cierto, todos estaban errados. Feliz lunes¡¡¡ |
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Junio 2017
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