Cuando Sunna cumplió siete años, supo que su vida había terminado. Al menos la vida tranquila y pacífica de los niños pequeños, siempre requeridos para ayudar en algunas tareas cotidianas, pero libres a su vez para el juego y la Naturaleza.
En el pueblo de Sunna, todas las niñas, al cumplir su edad, pasaban a ser las responsables de traer el agua a la casa. La vasija que utilizaba su madre para este menester, un recipiente grande y panzudo, hecho de barro reforzado con paja, la miraba desde el interior de su casa diciéndole: “Soy tuyo, a partir de ahora estoy en tus manos“… Ese día, Sunna hubiera preferido seguir durmiendo y no despertar, quedarse acurrucada en la tranquilidad letárgica del sueño, en ese mundo irreal y nebuloso sin sentidos, sin voces, sin miedos… pero se levantó. Alguien la sacudió con firmeza y el sueño dio paso al resplandor de la luz temprana.
Caminaba despacio, con la vasija en la cabeza, pesadamente, como si no quisiera llegar nunca. El sol había salido ya, y cuando ilumanra desde el centro del cielo, Sunna sabía que podía estar de vuelta. Pero había que atravesar el bosque. Cuando divisó los primeros árboles, sintió un escalofrío. Era una mancha tupida de color verdoso y gris que destacaba sobre el ocre del suelo y el azul brillante del cielo. La mancha crecía y pronto se elevó sobre ella. Percibió sombras y sonidos nuevos, y se levantó un golpe de viento que venía de lo más profundo y la sacudió.
De animales, de hombres y mujeres, de dioses… … y no sentía nada, sólo un cierto frescor en los pies, los tenía dentro del agua y no se daba cuenta, era dulce estar así. De pronto, sintió un fuerte dolor en la mano. Una piedra había caído del cielo, un gran pájaro blanco se alejaba graznando.
Y Sunna la vió.
En seguida encontró un grupo de niños jugando que la rodearon, invitándola a estar con ellos. Y jugaron sin parar hasta que llegó la noche. Y así fluyeron los días; cada noche descansaba en una casa y hacie le preguntaba su nombre ni adónde iba. Y jugó, jugó… Y el tiempo pasó. La mañana que la montaña habló, Sunna se dio cuenta de que se había cansado de jugar.
Feliz jueves¡¡¡
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Junio 2017
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