Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a éstas…
Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto, y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo, le susurró: – el Viento cruza el desierto, y así puede hacerlo el río. El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas, y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.
Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: “Sí, ahora conozco mi verdadera identidad”. El río estaba aprendiendo, pero las arenas susurraron:
Fuente: La Rosa Mística del Jardín del Rey” (recopilado por Sir Fairfax Cartwright) Feliz viernes¡¡¡
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Junio 2017
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