Seguro que te has fijado en que hay personas con un gran radar sensorial, que parece funcionar mejor que el de los demás. Aunque puede que algunos tengan algún don especial en esta materia, la intuición puede aprenderse y desarrollarse… No se trata de aprender una nueva técnica, sino de no subestimar todo lo que ya hemos ido viendo a lo largo del camino. La gente es intuitiva de una manera orgánica; venimos “equipados de fábrica”.
A la intuición hay que alimentarla. En primer lugar, lo más importante es ponerla al descubierto, para que pueda vivir y respirar. Como es algo innato, no hay que hacer nada para ser más intuitivos, se trata más bien de despejar el terreno de las cosas que impiden su uso y su apreciación. Y el miedo es el primero que debemos eliminar. El miedo engendra proyecciones, que son enemigas de la intuición. A medida que intentamos aguzar nuestra intuición, debemos aprender a distinguirla de lo que son las voces que surgen del miedo. Es posible que tengas un pensamiento como: “No debo ir a tal sitio mañana”. ¿Se trata de algún pensamiento provocado por algún miedo a algún lugar, persona o acontecimiento? ¿O es una intuición genuina de que ese viaje será improductivo? Solo hay un modo de averiguarlo: empieza por reconocer cuáles son tu miedos. Descubre qué aspecto adoptan tus pensamientos basados en el miedo y aprende a captar la diferencia entre éstos y las corazonadas intuitivas. Es cuestión de práctica. Feliz miércoles¡¡¡
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Junio 2017
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