Tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavó treinta y siete clavos detrás de la puerta.
Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre le tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: -Has trabajado duro, hijo mío; pero mira todos esos agujeros en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. (Autor: Desconocido) Feliz jueves¡¡¡
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orman Vicent Peale, el creador de “la teoría del pensamiento positivo”, llegó a China y se detuvo ante un negocio de tatuajes para ver uno que decía: “Nacido para perder”. Entonces, preguntó si se tatuaban esa leyenda y le respondieron que sí, a lo que replicó:
– ¿Cómo puede ser que se lo hagan? Y el vendedor le respondió: – Antes de tatuar el cuerpo, la mente está tatuada. Feliz viernes¡¡¡ «Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:
– Guruji, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría? El maestro le dijo: – He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría. El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo: – ¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más? – Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción. El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra. Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo: – No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram (comunidad espiritual). Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo. Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro. Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo: – Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción. El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró: – Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser. Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo: – Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido? – Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí. (Fuente: libro “101 cuentos clásicos de la India”, recopilación de Ramiro Calle, con el título “Doce años después”) Feliz miércoles¡¡¡ — ¡Buenos días! —dijo el principito.
— ¡Buenos días! —respondió el comerciante. Se trataba de un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber. — ¿Por qué vendes eso? —preguntó el principito. — Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. — ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? — Lo que cada uno quiere… “Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos para gastarlos en lo que quisiera —pensó el principito— caminaría tranquilamente hacia una fuente…” (Fuente: “El pincipito” de A. de Saint-Exupèry.) Feliz martes¡¡¡ Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
– Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves? – No, señor -repuso el barquero. – Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida. Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero: – Dime, barquero, ¿has estudiado botánica? – No, señor, no sé nada de plantas. – Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven. El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó: – Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua? – No, señor, nada sé al respecto. No sé nada de estas aguas ni de otras. – ¡Oh, amigo! -exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida. Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven: – ¿sabes nadar? – No -repuso el joven. – Pues me temo que has perdido toda tu vida. Feliz lunes¡¡¡ Había una vez un rey que ofreció un gran premio al artista que mejor captara en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solo hubo dos que realmente le gustaron…
La primera era un lago muy tranquilo, espejo perfecto donde se reflejaban las suaves montañas que lo rodeaban. Sobre éstas, había un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas, pero eran abruptas y sin vegetación. Sobre ellas, un cielo furioso se abría en una violenta tormenta. Montaña abajo discurría impetuosamente un torrente de agua. Cuando el rey observó cuidadosamente el cuadro, vio, tras una cascada de agua, un arbusto que crecía en una grieta de la roca en el que había un nido en el que estaba sentado plácidamente un pajarillo. El Rey escogió la segunda, porque la paz consiste en mantener el corazón calmado a pesar de estar en medio de ruidos, problemas, trabajo duro o dolor. Este es el verdadero significado de la paz. Feliz miércoles¡¡¡ En un pequeño pueblo, una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer…
– “Lo siento”, dijo ella, “pero ahora mismo no tengo nada en casa”. – “No se preocupe”, dijo amablemente el extraño. “Tengo una piedra de sopa en mi cartera; si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande, por favor”. A la mujer le picó la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó: – “¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.” – “¡Yo tengo patatas en mi cocina!”, gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el brebaje. – “¡Excelente!”, dijo; y añadió pensativamente: – “¡Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido de lo más apetitoso!” Otra ama de casa salió zumbando y regresó con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo: – “¡Ah, que sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto…” Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente el guiso y, con tono autoritario, dijo: – “La sal”. – “Aquí la tiene”, le dijo la dueña de la casa. A continuación dio orden: – “Platos para todo el mundo”. La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas. Luego se sentaron a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todos se sentían extrañamente felices y mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo. Feliz jueves¡¡¡ “El ciempiés era cojo de nacimiento. Su cojera se extendía a veinticuatro patas exactamente. Lo malo es que las veinticuatro patas que faltaban estaban todas situadas en el mismo sitio: por eso andaba rengueando. Caminaba muy despacio con las antenas gachas, porque con setenta y seis patas no se puede mantener ese orgulloso aire gallardo y marcial. Balanceaba su cuerpo de un lado a otro como una embarcación. Además, suspiraba constantemente y se enjugaba el sudor con un fino pétalo de rosa. Nunca llegaba a tiempo a ningún sitio. Pero podía describir con todo lujo de detalles los difíciles entramados de la red de una telaraña, la marca que dejaba el viento en la hierba durante los días en que el aire jugaba al escondite con los árboles, el trazado irregular del vuelo de la libélula. Para todo eso hace falta fijarse mucho y, sobre todo, tener tiempo para hacerlo. Y el ciempiés cojo lo tenía. También le gustaba charlar largo y tendido. En la hora que antecede a la aurora, cuando el cielo está todavía oscuro y la tierra débilmente alumbrada por el último cuarto de la luna, el ciempiés conversaba con la musaraña sobre los temas más diversos. Unas veces hablaba de las fiestas nocturnas de las madreselvas cuando se abren fragantes en las primeras horas de la noche; otras, de la aparición de una nueva estrella que chapoteaba risueña en el agua de la charca… En las tardes veraniegas el ciempiés se quedaba mucho rato en el mismo lugar y se tomaba su tiempo para probar el polen traído por la brisa dorada. Nunca tenía prisa por llegar a ningún sitio. Al principio esto motivado por su cojera. Evidentemente no podía competir con los otros ciempiés en velocidad ni participar en las carreras que organizaban entre ellos. Pero, poco a poco, tener tiempo para detenerse en las cosas pequeñas le fue gustando cada vez más. Se planteaba el llegar, no como una meta de rapidez, sino como un camino de contemplación de los detalles que circundaban su vida en el bosque.” (Fuente: “Historias de la otra tierra” de Paloma Orozco Amorós.) Feliz Sábado¡¡¡ Un sultán soñó que se le caían todos los dientes, por lo que llamó a un sabio para que interpretara lo soñado…
El sabio, consternado, le dijo: “Gran desgracia, mi señor, pues cada diente representa la pérdida de un familiar de vuestra majestad”. El sultán se enfureció por su insolencia y mandó castigarlo. Ordenó que fuera puesto ante él otro sabio que al escuchar el sueño exclamó: “Gran felicidad os ha sido dada, excelso señor, pues significa que sobrevivirá a todos sus parientes”. El sultán asintió y, agradecido, ordenó que le dieran cien monedas de oro al sabio. Un cortesano preguntó a este verdaderamente sabio cómo era posible que, habiendo realizado la misma interpretación del sueño, un sabio recibiera un castigo y él cien monedas de oro. Contestó sabiamente: “Todo depende de la forma en que se dice. Los seres humanos debieran aprender a comunicarse, pues de las palabras depende en gran medida la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad es como una piedra preciosa: si la lanzas, puede herir; por el contrario, si la envuelves con delicadeza y la ofreces con ternura, será aceptada y agradecida”. Feliz lunes¡¡¡ Nasruddin llegó a ser primer ministro del rey.
En cierta ocasión, mientras deambulaba por el palacio, vio por primera vez en su vida un halcón real. Hasta entonces, Nasruddin jamás había visto semejante clase de paloma. De modo que tomó unas tijeras y cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón. «Ahora pareces un pájaro como es debido», dijo. «Tu cuidador te ha tenido muy descuidado». Feliz martes¡¡¡ |
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Junio 2017
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